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4 novelas que debes leer si quieres escribir buenas novelas
Por César Sánchez Ruiz
Si quieres escribir buenas novelas, lo mejor que puedes hacer es leer buenas novelas y fijarte en cómo están escritas. En este artículo voy a apuntarte cuatro de estas buenas novelas, y de cada una te indicaré una técnica en la que puedas fijarte.
Las cuatro han sido adaptadas al cine, así que, si lo deseas, puedes, además de leer la novela, ver la película, y así asimilar algunas de las diferencias entre ambas formas de narración.
Sin más, veamos cuáles son estas cuatro novelas:
1. El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith
Esta novela ya la había puesto de ejemplo en algún que otro artículo. En ella se nos cuenta la historia de Tom Ripley, un buscavidas a quien el padre de un conocido le pide que viaje a Europa y trate de traer a su hijo de regreso a Estados Unidos. Tom es alguien muy inteligente, pero también una persona mentalmente inestable, y pronto el asunto se le empieza a ir de las manos. El éxito que tuvo esta novela propició que Highsmith escribiera algunas más sobre el personaje. Yo he leído la segunda, La máscara de Ripley, que se lee igual de bien que la primera.El talento de Mr. Ripley es un thriller psicológico, y, como tal, en ella se juega con la tensión dramática: a lo largo de prácticamente toda la novela sabemos que el protagonista, con quien empatizamos a pesar de que actúe de manera reprochable, está cerca del desastre.
Tom se sentía observado, como si el mundo entero lo estuviera mirando y esperando su caída. Su corazón latía rápidamente, y la idea de escapar, de huir a cualquier lugar donde no tuvieran un nombre ni una cara que identificar, se hacía cada vez más tentadora. Pero, ¿adónde podría ir? ¿Y cómo podía dejar de ser él mismo? No tenía respuestas, solo el impulso de seguir adelante, esperando que no se derrumbara todo antes de dar el siguiente paso.
De esta novela, te puedes fijar en su narrador. Se trata de un narrador equisciente o en «falsa tercera persona»: es un narrador en tercera persona, pero no narra con una perspectiva externa, sino que lo hace con el punto de vista del protagonista; si te fijas en el fragmento que he puesto de ejemplo, verás que el narrador, por más que esté hablando de Tom en tercera persona, está comunicando lo que piensa, siente o sabe el personaje. Es un tipo de narrador que no resulta fácil de usar, ya que requiere que vayamos vigilando que en ningún momento diga nada con una perspectiva que no sea la del personaje; justo había hablado de ello en el artículo El narrador: cómo elegir el más adecuado para tu novela, en el que explicaba las ventajas e inconvenientes de cada tipo de narrador.
2. La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela
Esta novela es lo opuesto a un cuento de hadas: se trata de una novela de tono sombrío y fatalista, y, por supuesto, su protagonista acaba de la peor manera posible (no te estoy destripando nada: la narración lo deja claro desde un inicio), así que si únicamente te gustan las historias con final feliz, esta novela no es para ti.En ella se nos cuenta la historia de Pascual Duarte, un campesino al que, ya desde pequeño, las circunstancias le van marcando para mal. Tal como él mismo nos dice apenas empieza a contarnos su vida, no es una persona mala, sino que la vida le ha llevado por los caminos que a ella se le ha antojado.
Justamente, he elegido su inicio como fragmento de ejemplo:
Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquéllos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie puede borrar ya.
De esta novela puedes fijarte en cómo su autor supo particularizar la voz del narrador. Aquí ya no es uno en tercera persona, como el de El talento de Mr. Ripley, sino uno en primera, y, como tal, requiere que su forma de expresarse sea la del personaje. Efectivamente, la voz del narrador es la propia de un campesino de inicios del siglo XX (es la época en la que trancurre la historia), y, así, se expresa de una manera llana, no demasiado culta, y usa palabras y expresiones propias, como guarros, para referirse a los cerdos, y las asfixias de la Virgen de agosto, para referirse al calor de pleno agosto. Es, de alguna manera, lo contrario de lo que hace el narrador de la siguiente novela, alguien que sabe hasta latín.